viernes, 14 de agosto de 2009

El Templo de las Mil Puertas



Bastián bajo de las espaldas de Graógraman y se sentó en la colina de color verde oliva. el león se echó junto a él; ahora era también verde oliva. Bastián apoyó la barbilla en la mano y miró pensativamente el horizonte.

-¿Puedo preguntarte una cosa, Graógraman?-dijo tras un largo silencio.
-Tu servidor escucha- fue la respuesta del león.
-¿Es verdad que estás aquí desde siempre?
-Desde siempre- aseguró Graógraman.
-Y el desierto de Goab, ¿ha existido también siempre?
-Si, también el desierto. ¿Por qué lo preguntas?
Bastián pensó un rato.
-No comprendo- reconoció por fin-. Yo hubiera apostado a que sólo estaba aquí desde ayer.
-¿Qué quieres decir señor?
Y entonces Bastián le contó todo lo que había pasado desde su encuentro con la Emperatriz.
-Todo es muy extraño- dijo para terminar-: se me ocurre cualquier deseo y enseguida sucede algo que concuerda con ese deseo y lo cumple. No es que me lo imagine, ¿sabes? Jamás hubiera podido inventarme todas las plantas nocturnas distintas de Perelín. Ni los colores de Goab...¡Ni a ti! Todo es mucho más grandioso y real de lo que podría imaginar. Y, sin embargo, todo está ahí cuando lo deseo.
-Es porque llevas a AURYN, el Esplendor- dijo el león.
-Lo que no entiendo es otra cosa, trató de explicar Bastián-. ¿Todo está ahí cuando yo lo deseo? ¿O estaba ya antes y únicamente lo adivino de algún modo?
-Las dos cosas- dijo Graógraman.
-Pero, ¿Cómo puede ser?- exclamó Bastián casi con impaciencia-. Tú llevas quién sabe cuánto tiempo aquí, el Desierto de Colores de Goab. La habitación de tu palacio me esperaba desde siempre. Sikanda, la espada, me estaba destinada desde tiempo inmemorial... ¡Tú mismo lo has dicho!
-Así es, señor.
-Pero yo... ¡yo estoy sólo desde ayer por la noche en Fantasia! ¡Por lo tanto, no es verdad que todo exista sólo desde que estoy aquí!
-Señor-respondió el león serenamente- ¿No sabes que FANTASIA es el reino de las historias? Una historia puede ser nueva y, sin embargo, hablar de tiempos remotos. El pasado surge con ella.
-Entonces también Perelín debe de haber existido desde siempre- dijo Bastián desconcertado.
-Desde el momento en que le diste nombre, señor- contestó Graógraman-existió desde siempre.
-¿Quieres decir que yo lo creé?
El león guardó silencio un rato, antes de responder:
-Eso sólo puede decírtelo la Emperatriz Infantil. De ella lo has recibido todo.
Se levantó.
-Ya es hora, señor, de que volvamos a mi palacio. El sol declina y el camino es largo.

[...]

Un día, después de estar alborotando, Bastián se sentó, un poco sin aliento, y preguntó:
-¿No podría quedarme siempre contigo?
El león sacudió la melena
-No, señor.
-¿Por qué no?
-Aquí sólo hay vida y muerte, sólo Perelin y Goab, pero no hay historias. Y tú tienes que vivir tu propia historia. No debes quedarte aquí.
-Pero, ¡si no puedo marcharme!- dijo Bastían. El desierto es demasiado grande para que nadie pueda salir de él. Y tú no puedes llevarme, porque llevas el desierto contigo.

-Los caminos de Fantasia-dijo Graógraman- sólo puedes encontrarlos con tus deseos. Y sólo puedes ir de un deseo a otro. Lo que no deseas te resulta inalcanzable. Eso es lo que significan aquí las palabras "cerca" y "lejos". Y tampoco basta con querer marcharse de un lugar. Tienes que querer ir a otro. Tienes que dejarte llevar por tus deseos.

-Pero si yo no deseo marcharme...-respondió Bastián.
-Tendrás que encontrar tu próximo deseo- contestó Graógraman casi serio.
-Y si lo encuentro- preguntó Bastián-, ¿Cómo podré marcharme de aquí?

-Escucha, señor- dijo en voz baja Grógraman-: hay en Fantasia un lugar que conduce a todas partes y al que puede llegarse desde todas. Este lugar se llama El Templo de las Mil Puertas . Nadie lo ha visto nunca por fuera, porque no tiene exterior. Su interior, sin embargo, está formado por una laberinto de puertas. El que quiera conocerla tiene que atreverse a entrar.

-¿Cómo es posible si uno no puede acercarse por fuera?
-Cada puerta - prosiguió el león-, cada puerta de Fantasia entera, hasta una puerta completamente corriente de un establo o de cocina, incluso la puerta de un armario, puede ser en determinado momento, la puerta de entrada al Templo de las Mil Puertas. Si el momento pasa, la puerta vuelve a ser lo que era. Por eso nadie puede entrar por la misma puerta por segunda vez. Y ninguna de las mil puertas conduce otra vez al lugar de donde se vino. No hay vuelta atrás.
-Pero, cuando se está dentro, ¿se puede salir otra vez a alguna parte?
-Si- respondió el león-, pero no es tan fácil como las casas corrientes. Porque a través del laberinto de las mil puertas sólo puede guiarte un deseo auténtico. Quien no lo tiene ha de vagar por el laberinto hasta que sabe lo que desea. Y a veces hace falta mucho tiempo para eso.
-¿Y cómo se puede encontrar la puerta de entrada?
-Hay que desearlo.
Bastián medito largo tiempo y luego dijo:
-Es extraño que no se pueda desear simplemente lo que se quiere. ¿De dónde vienen los deseos? ¿Y qué es eso, un deseo?
Graógraman miró al muchacho con los ojos muy abiertos, pero no respondió.


Michael Ende, La Historia Interminable, Alfaguara. Pág. 223.

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