Desde que iba en el último año de secundaria, a pesar de haber estudiado turismo,
dejé claro que yo iba a estudiar arquitectura.
Muy desde niño la arquitectura de todas partes del mundo capturó mi imaginación: la de Europa por los castillos medievales, luego los renacentistas, palacios barrocos, las sobrias iglesias románicas hasta las altas y crípticas catedrales góticas; la de África por los enormes templos egipcios y nubios; la del Cercano oriente por la sublime elegancia y belleza de arte islámico y los símbolos dejados por mi lejano antepasado en Persépolis y el resto de Persia, sin mencionar Asiria y Babilonia. El Lejano Oriente se cuece aparte, India y su voluptuosidad en las formas y China por su funcionalidad eternamente vinculada a Principios Cósmicos. En América la cosa no podría ser más contrastante, de la terriblemente profética arquitectura maya, a la exuberancia virreinal y llegar hasta la arquitectura minimalista del siglo XXI.
Cada región y época de la arquitectura ha sido la reunión de numerosas cualidades humanas, la de soñar no podría ser la menos importante. El genio matemático y la espacialidad tridimensional vienen a continuación para apuntalar y dar cuerpo a tales sueños.
Pero la arquitectura fantástica es sin lugar a dudas la que se robo mi corazón. Imágenes gloriosas de varias películas vienen a mi mente, que para muchos pasaron quizá inadvertidas dentro de la mera escenografía, pero que en mi poblaron un universo paralelo donde la arquitectura estaba casi viva y respondía más a los deseos y pasiones mágicas que a las funcionalidades concretas (sería la ruina de cualquier mecenas, jajaja).
Recuerdo claramente la primera vez que vi el Mago de Oz, en su versión clásica, las altas torres de la Ciudad Esmeralda han sido motivo recurrente en mis propios diseños. La Ciudad Flotante en Flash Gordon, Coruscant en Star Wars, las altas torres de Emyn Beraid de Tolkien en el Señor de los Anillos y Lothlórien por supuesto.
Los cómics, el animé y el manga han sido también una influencia perdurable. Altas torres, palacios flotantes, castillos en lejanas crestas o en secretos valles, carreteras casi suspendidas en el aire: la arquitectura sin límites.
Así, inundada la cabeza de estructuras imposibles de belleza aun más poderosa me di a la tarea de diseñar, en sencillo papel cuadriculado, castillos, palacios, torres, monumentos y tantos otros sueños del volumen, la forma y la función.
De la primera época son destacables una serie de estaciones de trenes, algunas torres y pequeños palacios. Desafortunadamente pocos ejemplares quedan de esa fase (hace unos 17 años).
Una vez elevado al Solio del Imperio me di a la tarea de dotarlo de estructuras que permitieran el cumplimiento de los Ideales y Valores del Gran Imperio. Esta segunda época estará marcada por edificios ceremoniales, como el Palacio Imperial de México-Tenochtitlán, primera capital del Imperio, los palacios de Revillagigedo, de Londres, Estrasburgo, Whitehorse, Gran Monroy (Uganda), Múnich, San Luis Potosí, Xian, Manaus, los Palacios para el Ejército Imperial de las Doce Casas (uno por cada signo del zodiaco), y los Palacios Hundidos de Arturo, Ágena, Archernar, Aldebaran, Alfa Centauri, Antares y Altair que fungen como asiento de las capitales de las Siete Marinas Imperiales. Estos palacios son más bien ciudades sumergidas en el fondo del mar.
La tercera época inicia con el diseño y proyección de la nueva capital del Imperio: Teluro, la ciudad de la Tierra, a construirse en el extremo sur de la península de Baja California.
Teluro fue diseñada integralmente desde los cimientos. Compuesta por varias capas de estructuras, el Plano Estructural B es quizá el más extenso, pues son los edificios públicos de la ciudad. Son más de 100. Destacan el Campus Central de la Universidad Imperial, el edificio de la Regencia de Teluro, el Estadio Imperial, los Bachilleres Imperiales, el Palacio del Augusto Senado del Imperio, los Tronos del Aire, de la Tierra y del Mar, el Palco de los Juramentos, la Sala Erick VII, la Real Biblioteca Imperial Hohenstaufen, el Panteón de los Héroes de la Tierra y numerosos espacios públicos como plazas, estadios, almacenes, centros de transporte, autopistas, hospitales y un largo etcétera.
Mención aparte merece La Puerta de Oro, Laureannon, inmenso puente colgante, de más de 2 kilómetros de largo, sobre el canal principal de Teluro (recordad que Teluro es una ciudad de canales concéntricos) justo en la entrada occidental.
En el extremo opuesto de la ciudad, que tiene una forma circular con un diámetro de 16 kilómetros, se levanta, sobre el mar, El Palacio Imperial del Profundo Misterio, (en homenaje a Michael Ende) hogar del Emperador y sede de los poderes de la Imperial Federación.
El Real Sacro Magno Soberano y Etéreo Palacio Imperial de Profundo Misterio, pues este es su nombre completo, es una estructura sin parangón entre todas las construidas hasta la fecha en el Gran Imperio. Formado por un conjunto de 24 edificios tiene su punto culminante en los tres obeliscos centrales: los dos laterales de750 metros de altura y el de en medio de mil metros, custodiado a los por 12 edificios de influencia egipcia (6 de cada lado de los obeliscos) sedes de los Ministerios Imperiales. Justo frente al Obelisco Central se levanta el Gran Salón del Pueblo de la Tierra donde se da la Ceremonia de Entrega del Anillo Soberano, llave de las Puertas del Silencio, máximo tesoro que guarda el Palacio. (Todo un tema aparte hablar de las funciones, poderes y tesoros de este Palacio). La columnata frontal, que recorre todo el perímetro frontal del palacio, mide 2 mil metros y está formada de mil columnas de 20 metros de alto. El Palacio incluye un delfinario, un aguilario, un felinario y un santuario para manatíes. Alberga en días de trabajo a cerca de 50, 000 personas y es habitado permanentemente por más de 7 mil. Toda una ciudad en sí misma.
La cuarta época (actual) está centrada en los campi de extensión de la Universidad Imperial, la construcción de la red planetaria de trenes holoestáticos y, como joya de la corona, el Sistema Global de Defensa Planetario, integrado entre otras estructuras, por el Anillo Giroscópico, que circundará el ecuador terrestre a una altura de 100 kilómetros sobre el nivel del mar. Y seguimos en busca de nuevos proyectos.
Ciertamente no llegué a estudiar arquitectura, mi vocación me llevo por otros rumbos más introspectivos. Sin embargo, creo que, en esencia soy un arquitecto, al menos de mis sueños y de mi destino.