La discreción es un don y un arte.
Para nosotros los Lobos, es parte de nuestra esencia.
Para cazar es necesario ser sigiloso, observador, atento, vigilante, contener la respiración en el preciso instante en que se ha elegido a la presa. Es cuestión de sobrevivencia.
Y sin embargo, hay quienes piensan que ser discreto no es virtud, sino evasión.
Los lobos poseen una sensibilidad a las emociones muy superior a la de los humanos. Es más fina, más profunda, más callada. Lo puedes comprobar en su mirada. Intensa, poderosa, insondable. No puedes jugar con un lobo, a menos que te hayas ganado su confianza. Es cuestión de naturaleza.
¿Qué no has abierto el corazón alguna vez y sido víctima de la vileza?
Se trata de perdonar, pero no de olvidar.
Pero los lobos son cariñosos, de pasiones intensas y lealtades contundentes ¿No los has visto retozar con su jauría? ¿No los has visto, amorosos, dedicarse diligentemente a la crianza y cuidado de sus cachorros? ¿No los has visto defender hasta la muerte a sus hermanos y parientes? ¿No sabes que perciben las amenazas de la oscuridad y que en silencio y sin recibir ningún agradecimiento protegen a los humanos de espíritus malignos?
Si no sabes todo esto tal vez te convendría mejor callar antes que juzgar de evasiva o pretenciosa, la actitud discreta y cautelosa de un lobo y prestar más atención a los detalles imperceptibles a los humanos enajenados que quieren versiones simplificadas de todo, groseras falsificaciones de cosas superiores, más antiguas y más arcanas, incapaces de conceder más atención a nada que si mismos. Se les hace demasiado fácil juzgarlo todo.
Yo me confieso humilde, y trato de emular día a día a mis queridos lobos. Así he llegado a ser amigo de algunos de ellos, de los que he aprendido tantas cosas. Compartiendo alegrías y risas, dolores y nostalgias. Nunca juzgando, sólo escuchando, hasta en los silencios.
Somos almas de otros tiempos, evidentemente...
Un lobo no se domestica, se pacta una lealtad a toda prueba con él.
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