jueves, 15 de abril de 2010

Elogio de la sencillez


Amo lo sencillo, lo genuino, lo que es. Amo el brillo del rocío en el pasto, el olor de la madreselva, el canto de los pájaros. Amo los buenos días sinceros del señor de la tienda, la sonrisa de la señora del puesto de revistas, el saludo en el transporte público. Amo las nubes ligeras en mañanas límpidas, el viento fuerte en mi rostro, la sensación de calma y tranquilidad plena. Amo estar solo en el medio del llano, sentir el sonido del silencio, sólo ahí puedo oír la voz de mis antepasados. Amo estar acostado en mi cama en silencio, oyendo la lluvia suave caer. Amo el suspiro de alivio al terminar un trabajo bien hecho. Amo conocer el mundo, poco a poco dejar de ser ignorante. Amo la respiración pausada de mi perro dormido a los pies de mi cama, amo las canas de mi madre flotando al viento sonriendo por cosas secretas que sólo la profundidad de su alma sabe. Amo la música armoniosa que seduce mi alma, amo leer los mismos libros, los que han dejado su marca en mi alma. Amo las lágrimas de aquellos que me han elegido como su hermano, me saben saladas como a ellos, pues ellos han compartido las mías. Amo la voz del paisaje, descubrir los misterios del alma. Amo vivir y crear mundos de mi más profunda fantasía y viajar en ellos. Amo el intenso asombro al intuir las cosas arcanas que sólo a los contempladores les están reservadas y amo el estremecimiento que me embarga cada vez que alguien me comparte sus deseos más preciados. Amo la humildad, la sencillez de quien se sabe grande y no necesita promocionarlo ni evidenciarlo, sino que deja a sus actos el privilegio de ser llamados grandes actos. Amo la risa genuina de los niños, amo la mirada curiosa de los jóvenes desentrañando los enredos del mundo y las cosas humanas. Amo a los verdaderos liberales que defienden a capa y espada el derecho de ser respetado cada uno en su persona y sus ideas. Amo mis errores y mis marcas, las que hice, las que me han dejado, son la prueba de la fe en la vida con la que he obrado. Amo al amor, la pasión con la me entrego, amo las miradas de complicidad, las de deseo, las de suprema confianza de la persona amada, pues me dejan amar su esencia y cuerpo. Amo compartir muchas de estas cosas con las personas a mi alrededor y otras tantas guardarlas a mis solas, pues son un regalo de la vida.

Amo demasiado la vida que me da tanta nostalgia y me da tanta alegría que simplemente no pierdo el tiempo observando las pretensiones y arrogancias de las así llamadas “plusvalías”. Amo la sencillez y aborrezco la pretensión. Y cada vez puedo ver más claramente cuando la segunda se quiere hacer pasar por la primera.


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