Me ardían los ojos y no era por fijarlos en la pantalla. Mis hombros y mi espalda se sientían pesados. Tenía sueño, pese a que quizás había dormido de más. Es extraño, tenía un cansancio que nunca antes había experimentado.
Era un cansancio omnipresente aún cuando sonreía y reía por chistes e irónicas jugadas. Unas ganas de llorar y de dormir que se iban apenas tocaba la cama. Un cansancio de esperar quién sabe qué llamada, de soñar con los ojos despiertos, de buscar los símbolos en el aire y en el cielo, sin saber si son presagios de llegadas que tanto emocionaron a mi corazón o si sólo son meros eventos indiferentes a las penas humanas.
Era un cansancio extraño, porque no sabía de qué estaba cansando. Quizás cansado de tener tanta fe, tanta esperanza. De alentar a todos a mi alrededor sin saber si va a algún lado esta marcha. Cansado de que mi buena voluntad continuamente termine malgastada, aunque de origen la haya puesto con toda el alma. Cansado de partirme el alma amando ilusiones, construyendo puentes que terminan en la nada, esperando decisiones en tiempos de indecisiones. Cansado de aguantar suspiros, postergar abrazos, reprimir canciones, olvidar promesas, guardarme besos, apagar lujurias. Cansado de partirme el alma…y de que se dude de que me he partido el alma.
Y ahora viene el descanso, pues el corazón ha hablado. Nunca hubo mentiras ni secretos, lo que pedí siempre estuvo expuesto. Quiero descansar en su pecho. Estoy cansado, pues como Howl, cada paso lo he dado con todo el peso de mi corazón.
Era un cansancio extraño. Ahora viene el descanso.
¿Y el mañana? Ya mañana veremos.
Déjame por hoy que ruede esta lágrima.
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