viernes, 3 de septiembre de 2010

Más allá de los límites III: Yo no estimo tesoros ni riquezas

(Para leer este post es sumamente recomendado leer también: No es de caballeros hacer promesas y Más allá de los límites. Adendum, y Elogio de la Sencillez)

Amo lo sencillo, lo genuino, lo que es. Amo las nubes ligeras en mañanas límpidas, el viento fuerte en mi rostro, la sensación de calma y tranquilidad plena. Amo estar solo en el medio de llano, sentir el sonido del silencio, sólo ahí puedo oír la voz de mis antepasados.

La sencillez no es es simpleza.
Lo simple implica frecuentemente poca o ninguna creatividad o imaginación, la sencillez es como una flor, como un amanecer, con las formas básicas de un paisaje, su belleza reside en su carencia de presunción, sino en su solo ser.
 

Pero ser es cosa difícil, generalmente es más fácil parecer.
Lo sencillo no es fácil.
Es resistirse a la tentación de la ostentación, de la presunción y de ahí a la vanidad y a la necesidad de público solo hay un paso. De ahí que la búsqueda de fama por la fama en sí, solo acarrea destrucción en el corto y en el largo plazo.

Amo la sencillez, si bien se apreciar lo barroco, pero no me deslumbra la presunción, detesto la vanidad hueca.
Sor Juana ya lo declaró en mi nombre: "no estimo tesoros ni riquezas" sean estas físicas o materiales. Difícilmente me impresionan tales gestos de pavorreal fingiendo caridades o clemencias.

Erich Fromm bien señalaba que la verdadera libertad reside en ser, no un justificar un parecer. Ser y no hablar, ser y dejar ser, VIVIR Y DEJAR VIVIR. Pues es la esencia del Respeto. Respetar es dejar ser al otro y a uno mismo. Pero en la cultura occidental lo importante es parecer: parecer rico, bueno, sabio, generoso, tolerante, amigable, etc. y para ello hay que tener ciertas cosas o mejor aún, muchas cosas. Tener es igual a poseer y lo que se posee no se respeta. No me queda más que autocitarme:

"La libertad dá miedo. Fromm-sensei, bien lo dijo en su libro El miedo a la libertad: se requiere de una experiencia de soledad previa a toda experiencia de libertad, siendo este apego profundo a las estrecheces de pensamiento, comodidades materiales, pretensiones intelectuales y conformidades morales, lo que revela que esa pretendida libertad que muchos ostentan es todo menos libertad, porque en realidad nada de eso han elegido y la evidencia está en  dos hechos: primero, que necesitan ostentar y promocionar tal libertad, que les sea reconocida como tal, por lo tanto eso no es libertad es vanidad; y segundo, que se quedan mudos, molestos o peor aún, cínicos y violentos cuando se les pide den respuesta, que expliquen a cabalidad de tales pensamientos, comodidades y conformidades. ¿Y eso por qué sucede? Porque no son responsables." Debo añadir no hay sencillez hay pretensión. 

Cuando el pescador decía "el que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra" se refería a que, cómo, sabiéndonos imperfectos, pecadores, incompletos e ignorantes de tantas cosas, nos atreveríamos a juzgar la vida ajena. Esa postura se llama soberbia y se le puede justificar de muchos modos. Sócrates no lo hizo, se mantuvo digno hasta el final y pago el precio por ello.

Sencillez es lo contrario de opulencia, presunción, pretensión, exhibición. La sencillez es callada, no se autopublicita, pues no lo necesita. La sencillez reclama espacios modestos para existir, como la flor que asoma, inesperada, en los rincones inverosímiles se la ciudad. La sencillez puede haber desarrollado muchos dones y los dispensa sin jamás cobrarlos ni explicitarlos. Apela, a la sencillez de cada corazón para ser comprendida, los corazones sencillos son mutuamente recíprocos, pues el signo preclaro de la sencillez es la gratitud. Un alma sencilla es un alma agradecida. Un alma sencilla no se encuentra cómoda en la autocomplacencia, sabe disfrutar de las mieles de su esfuerzo, pero no hace alarde ni exagera sus logros. ¿Qué no es sospechosa en muchos sentidos esta imperiosa necesidad de llamar la atención?

De este modo, las grandes cosas de la vida a las que aspiro con todas las fuerzas de mi ser, con toda la honestidad de mi corazón, son cosas sencillas.  Por ello las almas complicadas, (que no complejas, ricas, vastas, profundas) encuentran absurdo, irrisorio, infantil, idealista, pueril, nuestra sencilla búsqueda de las cosas simples de la vida, pero no por ello nos detendrán. Es prueba de lo ciegas que están ante sus propios conflictos emocionales.  Por ello, los despliegues de poder por poder, de dinero por el dinero, de vanidad por vanidad, ni me impresionan ni los tolero, me parecen inmorales, si bien no pocas veces he sido víctima de su violencia. Aún así, seguimos en pie y seguiremos por el llamado del destino, del amor y el corazón a favor del viento o contra todos los vientos.

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