La lectura no ha sido sólo una habilidad en mi vida, una capacidad cognitiva o un saber escolar. No exagero cuando digo que los libros han sido un padre o una madre, un amigo, un confidente, una guía para el alma, ahí cuando en muchas ocasiones faltaron tales figuras. Han estado ahí en los momentos más difíciles y los tristes, han compartido mis lágrimas y han sido mi consuelo, pero también han sido mi fortaleza y sustento. Escuché de los grandes sabios de todas partes del mundo y de la historia el sonido de sus mudos consejos, y aun cuando no eran explícitos allanaron el camino arduo de la confusión, la soledad, el dolor o el miedo. Muchas veces encontré apoyo y otras tantas correctivos, pues también hubo regaños al reconocer mis faltas añejas. En fin, que los libros no son sólo algo más en mi vida, son parte fundamental de ella.
Y así al fin encontré, a eso de los 12 años, una historia que no tenia fin, y eso para un niño aficionado a los cuentos era algo maravilloso ¿Te has imaginado un cuento que no tenga fin? ¿Te imaginas que ese cuento narra hechos increíbles pero que tú ya habías soñado? ¿Y si en medio de la historia encuentras algo que solo tú sabías y que ahí esta reflejado? Existe un cuento que habla de los deseos, del camino de los deseos, que no es ningún otro que el camino de la libertad, el camino de Ser-Quien-Uno-Es. El camino que puede llevarte a conseguir todo lo que haz soñado, o quizá a pederlo todo…y ahí, sin nada, te encuentres a tu verdadera voluntad. Eso y más es La Historia Interminable, de Michael Ende, el libro que más amo.
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