lunes, 1 de junio de 2009

El honor y el compromiso

No existen las parejas ideales. Es una ilusión fútil inventada por las empresas publicitarias del siglo XX desvirtuando y acorrientando las concepciones románticas decimonónicas (o sea del siglo XIX). La idea de la pareja ideal es una mezcla de enamoramiento, deseo sexual y fantasías de plenitud o complementación ficticia basada en la aparente falta de diferencias con la otra persona, diferencias imperceptibles por el hecho mismo de la novedad, la ilusión y la ignorancia abismal que se tiene del otro. Aún así, la ilusión convence, más en no pocas ocasiones termina por sucumbir bajo su propio peso y la debilidad sus cimientos y la fragilidad del terreno sobre el que se construyó, reafirmando una vez más la idea de que el amor es una especie de enfermedad que contrae uno y que asi como llega asi se va...concepción telenovelera sin lugar a dudas.

Si, la tesis es que no hay parejas ideales. Lo que hay son personas íntegras, conocedoras de si mismas, de sus sentimientos y necesidades, capaces de compromisos. Lo que hay son personas dispuestas a compartir sus sueños por convicción, decisión y por supuesto, deseo de hacerlo. Así pues, no hay una persona indicada, un "Mr. Right", lo que hay es ese que puede ver en tus ojos más de lo que nadie ha visto y no se asusta ni critica sino que sigue conociendo, que es capaz de ver su reflejo en tales ojos y tampoco se rechaza, se reconoce, creando así tal vínculo de amor, basando en una decisión, no en un antojo, sino en la profunda reverencia que inspiran los sueños, la ternura, las flaquezas y las virtudes del otro.

De este modo, paradójicamente, tendríamos que refutar nuestra anterior afirmación y decir que si hay un indicado, pero este indicado es el que ha decidido serlo, porque ha decidido ser-con-el-otro y ser en el mundo, afrontando todos los miedos, todas las dudas, todos los desalientos que eso conlleva, pues inevitablemente pasa por el reconocimiento y aceptación de todo lo que uno es, en un ejercicio de honestidad, fe y humildad sin par; pues de otro modo toda posibilidad de encuentro no pasaría de ser ilusión y estaría más temprano que tarde condenada a desquebrajarse ante el contundente impacto de la realidad cotidiana.

Por ello, el punto no es dejar de desear encontrar al indicado, si se hace con sinceridad y de acuerdo a los propios flujos de la vida, el punto medular es si estamos conscientes y dispuestos a ser el indicado para alguien más, venciendo algo más que las estadísticas, sino emprendiendo la batalla decisiva de la vida: ser quien uno es y serlo con el otro, dejando las cadenas de la ilusión y enfrentando la realidad. El amor es una decisión, no una casualidad...

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