Colección de miradas, recuerdos, pasiones y pensamientos durante el viaje hacia el más Lejano Occidente
lunes, 30 de noviembre de 2009
lunes, 23 de noviembre de 2009
El temor a la ternura
Los hombres viven bajo un código secreto, pero eminentemente explícito. Todos y cada uno de ellos lo conocen, aun cuando nunca haya sido mencionado expresamente, no obstante, sus prescripciones siempre han sido claras. Si, esto es una paradoja a todas luces. Más así es la realidad algunas veces, reta a toda lógica evidente.
El código del que hablo es el código de la masculinidad, las reglas para ser hombre. ¿Es que acaso deben seguirse reglas para ser hombre? Por supuesto. Pero es obvio que estas reglas, dada su naturaleza omnipresente y cotidiana, que han pasado a formar parte del reino de la costumbre y ya no son percibidas claramente sino solo cuando se les rompe, cuando no se les sigue al pie de la letra.
Entre las varias reglas que sigue el ser hombre está el ser práctico, las abstracciones demasiado sofisticadas son para los filósofos, los monjes, que ciertamente tienen de hombre el mero de hecho de gozar de un status especial, porque de no tenerlo fácilmente serían echados del gremio de los hombres por no producir nada tangible con su trabajo. Otra consiste es ser emocional y físicamente fuertes. Ahí entonces el pecado capital es mostrar ternura o ser receptivo a ella.
Y la ternura siempre ronda todos los lugares donde estoy. Es evidente que cada paso que he dado lleva consigo alguna dosis de dramatismo. Este no es gratuito, ni patetismo, es tan perenne y esencial que fluye con la sangre misma. Es tan evidente esta ternura y su realción con la profunda sensibilidad para percibir el mundo, como el denodado rechazo que la masculinidad machista y amputada levantan cada vez que la ostento. De esto ya hemos hablado. De otros hombres cabría esperarlo. De tí no. El silencio que he guardado ha sido un profundo duelo. ¿Lo reconocerás? Parece que no, tu proceder es similar a de esos hombres machistas castrados y cercenados de su sensibilidad, ironías de la vida, la misma que tu reclamas...y eso es una gran tristeza.
El lugar de la ternura, como el de la soledad, es un lugar rechazado por las convenciones sociales, siendo los códigos machistas quienes más lo han proscrito. Y qué pena. Al no ejercer su capacidad de la ternura los hombres pierden una enorme habilidad y no desarrollan una inteligencia fundamental para comprender el mundo, pues podrán ser muchas cosas, pero para la comprensión emocional del mundo son unos verdaderos inútiles, discapacitados sería un eufemismo. No, esto no es reproche, ni queja. La estúpida presunción pseudointelectual con la que te proteges no te permitiría más que despreciar el trémulo silencio respetuoso que mantengo frente a tu pomposo despliegue de galante patanería. Es simplemente absurdo. Pero si a algo le tienen miedo los hombres machistas es a la ternura y peor aún, a su propia ternura. Pobres lisiados, que la vida se apiade de ellos.
El código del que hablo es el código de la masculinidad, las reglas para ser hombre. ¿Es que acaso deben seguirse reglas para ser hombre? Por supuesto. Pero es obvio que estas reglas, dada su naturaleza omnipresente y cotidiana, que han pasado a formar parte del reino de la costumbre y ya no son percibidas claramente sino solo cuando se les rompe, cuando no se les sigue al pie de la letra.
Entre las varias reglas que sigue el ser hombre está el ser práctico, las abstracciones demasiado sofisticadas son para los filósofos, los monjes, que ciertamente tienen de hombre el mero de hecho de gozar de un status especial, porque de no tenerlo fácilmente serían echados del gremio de los hombres por no producir nada tangible con su trabajo. Otra consiste es ser emocional y físicamente fuertes. Ahí entonces el pecado capital es mostrar ternura o ser receptivo a ella.
Y la ternura siempre ronda todos los lugares donde estoy. Es evidente que cada paso que he dado lleva consigo alguna dosis de dramatismo. Este no es gratuito, ni patetismo, es tan perenne y esencial que fluye con la sangre misma. Es tan evidente esta ternura y su realción con la profunda sensibilidad para percibir el mundo, como el denodado rechazo que la masculinidad machista y amputada levantan cada vez que la ostento. De esto ya hemos hablado. De otros hombres cabría esperarlo. De tí no. El silencio que he guardado ha sido un profundo duelo. ¿Lo reconocerás? Parece que no, tu proceder es similar a de esos hombres machistas castrados y cercenados de su sensibilidad, ironías de la vida, la misma que tu reclamas...y eso es una gran tristeza.
El lugar de la ternura, como el de la soledad, es un lugar rechazado por las convenciones sociales, siendo los códigos machistas quienes más lo han proscrito. Y qué pena. Al no ejercer su capacidad de la ternura los hombres pierden una enorme habilidad y no desarrollan una inteligencia fundamental para comprender el mundo, pues podrán ser muchas cosas, pero para la comprensión emocional del mundo son unos verdaderos inútiles, discapacitados sería un eufemismo. No, esto no es reproche, ni queja. La estúpida presunción pseudointelectual con la que te proteges no te permitiría más que despreciar el trémulo silencio respetuoso que mantengo frente a tu pomposo despliegue de galante patanería. Es simplemente absurdo. Pero si a algo le tienen miedo los hombres machistas es a la ternura y peor aún, a su propia ternura. Pobres lisiados, que la vida se apiade de ellos.
viernes, 20 de noviembre de 2009
Mil quinientas noches
Hay mil quinientos kilómetros de aquí a Houston, Texas; demasiados para defenderla cuando la invasión estadounidense. En el año 1500 a. C. Los micénicos, antepasados de los griegos, llegaron a la península de los Balcanes y con ello empieza la larga Odisea de estas tierras. Electrónics Arts, empresa creadora de varios de mis videojuegos favoritos recortó 1500 empleos durante la crisis económica. 1500 horas, aproximadamente le he dedicado a gozar la saga de Final Fantasy en casi todos sus episodios (me falta el XI). Mil quinientas veces, algún viajero a pasado por este camino mientras nos dirigimos hacia el Occidente. Es un hecho milagroso, digno de agradecer.
sábado, 14 de noviembre de 2009
La noche del rebozo
En las tradiciones mexicanas el rebozo tiene una largísima historia y es elemento imprescindible en el folclor nacional. Pero no, no es este el lugar de una reseña histórica o antropológica, es más bien lugar para un chiste local, un detalle para quién sepa escuchar.
El rebozo tiene que ver con los halagos, y más con los que son sinceros, esos que llegan al corazón porque fueron pronunciados con esa intención. Entonces despiertan el rubor y la "chiviedad" y es aquí donde el robozo viene a ser un jocoso: "gracias, me alegra saber que te agrada" dicho con la sonrisa escondida tras el tejido.
Y puede ser que en una sola noche se use varias veces, así de agradecidos y mutuamente halagadores podríamos estar. Por lo mientras yo tomo mi turno con el rebozo envolviendo mi alegría y sorpresa ante nuevas miradas. Al rato tendrás tu turno.
El rebozo tiene que ver con los halagos, y más con los que son sinceros, esos que llegan al corazón porque fueron pronunciados con esa intención. Entonces despiertan el rubor y la "chiviedad" y es aquí donde el robozo viene a ser un jocoso: "gracias, me alegra saber que te agrada" dicho con la sonrisa escondida tras el tejido.
Y puede ser que en una sola noche se use varias veces, así de agradecidos y mutuamente halagadores podríamos estar. Por lo mientras yo tomo mi turno con el rebozo envolviendo mi alegría y sorpresa ante nuevas miradas. Al rato tendrás tu turno.
miércoles, 11 de noviembre de 2009
En el nombre de Alejandro
Alejandro, protector de los hombres. Esto significa el nombre de mi glorioso antepasado. Pero he aquí que se muestra en carácteres élficos, --tengwar propiamente dicho--, confiriéndole un nuevo sentido y poderes místicos. Las letras élficas encierran una magia particular cada una, similar a los carácteres hebreos. En este caso, pronunciar Alejandro, desde los carácteres élficos renuevan la fe y despiertan la creativdad. Signficado rotundo entonces, Alejandro, protector de los hombre a través de animar la fe y la curiosidad. Así sea.
lunes, 9 de noviembre de 2009
A Veinte Años de la Caída del Muro de Berlín
Un día, sin aviso, miles de soldados levantaron un muro sobre el Viaducto Miguel Alemán en la Ciudad de México. Fue una operación tan eficaz y tan calculada, que para las 9 de la mañana el muro ya tenía dos metros de alto y una extensión de casi 20 kilómetros de largo, desde el aeropuerto hasta la salida a Toluca, atravesaba pues, la ciudad de este a oeste.
Todas aquellas personas que trabajaban en el sur, esa noche, al retornar a su casa en el norte no pudieron pasar. El Metro y el metrobús, fueron detenidos. El ejército, la policía local y federal resguardaban calles, edificios e impidieron a punta de metralleta el paso de cualquier persona o vehiculo. Transportistas de pasajeros o carga no pudieron pasar ni al sur y al norte. Niños y jóvenes que fueron a la escuela no pudieron regresar a casa. Nadie pudo pasar, los que lo intentaron fueron asesinados disuadiendo a todos los demás. No se podía rodear el muro, toda la parte sur de la ciudad estaba rodeada, no se podía salir ni entrar. Tiempo después el gobierno cortó los teléfonos y controló el acceso a las comunicaciones de todo tipo. Hablar al otro lado del muro era peligroso, hablar de Mixcoac a Tlatelolco podría ser mortal.
¿Cómo se organizaría la vida ahora? ¿Qué harían las familias divididas, los amigos separados, las industrias trastocadas en sus actividades? Nada, sólo podían quedarse ahí, contemplando el muro llenas de enojo, impotencia y miedo.
¿Te parece exagerado o descontextualizado esta narración? Pues piénsalo dos veces, porque esto le pasó a los ciudadanos de Berlín, la madrugada del 12 al 13 de Agosto de 1963. Tan inverosímil como cierto. Y duró 28 años. Ahora, gracias a la sangre, fe y esperanza de miles de personas que no dejaron de luchar pro recobrar la libertad y la cordura el Muro de Berlín ya no existe.
Cuando vayas por metro, o auto viajando hacia el sur o hacia el norte de la Ciudad de México, da gracias que en este país aun gozamos de libertad, pero imagina solo por un instante al pasar por el Viaducto, si en lugar de esa vía existiera un Muro, un Muro de muerte y maldad...
¿Ves por qué celebramos la caida del Muro?
Dios bendiga todas las formas de inteligencia....
domingo, 1 de noviembre de 2009
El Séptimo Discurso
A lo largo de los años he entrado en contacto con diversos sistemas filosóficos de oriente y occidente y de variadas épocas del mundo. Es mi deber. La Línea de Alejandro debe conservar cierta memoria del Mundo.
Varias de estas filosofías son terribles, ciertamente monstruosas. Han surgido de la parte más oscura, ruin y miserable del ser humano. Sí, nuestra oscuridad es mucho más terrible de lo que imaginamos. Lo es tan de tal forma que a muchos ha fascinado. Unos crearon filosofías y religiones para detener, poner fin o controlar esta oscuridad. No lo consiguieron, porque estaban basadas en la fascinación que les causaba el miedo. En realidad con esa fascinación le rindieron pleitesía y con ello se inmolaron en la miseria de mezquindad, la guerra y el cinismo.
Otros sabios descubrieron que en el humano no sólo habitaba esta oscuridad sino alguna luz, razón de los escasos chispazos de genialidad, generosidad y solidaridad humanas, pero que a fin de cuentas eran un entretenimiento, una distracción antes de que la oscuridad llegase y lo consumiera todo como un fuego negro que abrasa y asfixia. Este fuego toma la forma de discursos. Un francés desesperanzado y pesimista hablo extensa y magistralmente de ello.
El primer discurso es el discurso del poder, del amo, del vencedor sobre el vencido. La oscuridad es su aliada. El siguiente discurso es el de las instituciones que crea ese poder y le ayudan a mantenerlo. La fascinación por la oscuridad aquí se institucionaliza y se puede volver ley o culto, baste recordar el nazismo.
El tercer discurso es el del sufriente, el del oprimido. El discurso del sufrimiento que habla a través del cuerpo sin que el hablante sepa lo dicen sus mensajes. Es una rebelión contra oscuridad, es un cuestionamiento al poder, pero en la misma fascinación retorna a su conmiseración víctima del goce que le provoca su estado. La oscuridad reclama su espacio, no lo dejará sin presentar batalla.
El cuarto discurso es un discurso liberador. O al menos, así se pretende a sí mismo. Presta interpelación desde la escucha silenciosa y deja a la palabra del otro tomar forma y permitir que surja un nuevo sentido. Pero dice de sí mismo este cuarto discurso que no se asume liberador. Luego entonces, ¿a dónde guía este discurso? ¿Para qué es este nuevo sentido?
Otros dos discursos se han descubierto además de estos cuatro. Nuevas formas de expresión de la oscuridad o de su fascinación por ella. Primero porque la oscuridad no cesa de temer a la vida y a su esencia, luego porque los humanos nos fascinamos en hablar de ella. Lo que lograríamos si tanta fuerza intelectual se encaminara a la vida.
Es así que arribamos a un Séptimo Discurso, y quiero llamarlo el Discurso de la Vida. Dijo el francés que realizar el verdadero deseo sería desaparecer del mundo. Le contestaría del mismo modo que Graógraman lo hizo con Bastián: ¡Qué sabes tú de los deseos! Si en realidad lo que mueve al hombre a vivir es esperar lo muerte, ¿qué más da morir ahora y no después? Pero no morimos, queremos vivir. Hasta el último instante. La Vida quiere vivir. Es su esencia.
Este francés, que criticó a Fromm, comete un error enorme, pues en toda su pulcra elucubración sobre la pulsión de muerte se convierte de algún modo en un apologeta de la misma y con su raciocinio cae en la misma trampa que otros tantos. La oscuridad es astuta, mucho más que los humanos. El francés es necrófilo, su discurso, vida y obra lo demuestran. El nuevo sentido del Cuarto Discurso si no guía hacia la vida, no hace más que seguir guiando hacia la Oscuridad. Es de nuevo un entretenimiento para matar el tiempo.
El Discurso de la Vida ha estado presente, junto con los otros, desde el comienzo del mundo. Muchas culturas conocieron ese discurso, pero pocas creyeron en él y lo escucharon. Las otras, de modos diversos consideraron que era demasiado bueno para ser verdad. Los resultados ahí están. La Vida quiere vivir. El sentido de la vida es vivir y la vida incluye a la muerte, pero no es sólo la muerte. Quién solo vea eso es un necrófilo. Occidente tiene mucho que aprender de Oriente, de los humildes y de la Vida. La biofilia, el Amor a la Vida, a la creación y la trascendencia en el Amor y la Libertad es el Séptimo Discurso. Y es el que más valor requiere para ser escuchado y comprendido. Es el reverso de la oscuridad, su antítesis y contraparte. La Vida quiere Vivir. Todo aquel discurso, por más racional y convincente que se presente, sino coloca a la Vida, como razón y motivo de su existir, tarde o temprano aludirá, indirecta o directamente, a la oscuridad, porque la oscuridad tiene miedo de la Vida. El Deseo en última instancia es Deseo de la Vida, Deseo de Vivir, aceptando todo lo que eso conlleva.
¿Qué es más fácil aceptar y justificar una maldad inherente en el ser humano, su incapacidad para dejar de hacer de la vida un infierno o alzarse contra sus propias cadenas, asumir su libertad y su soledad y cambiar las cosas?
El Discurso de la Vida, en el fondo, es el único discurso revolucionario. Entre nosotros, muchos ha habido que nos hablado desde ese Discurso, en vida y obra. Sólo hay que escuchar. Yo me confieso humilde aprendiz y pongo todo mi ser en ese Discurso. La Vida quiere vivir. Quiere vivir a través de mí. Quiero vivir.
¿Y tú?
Varias de estas filosofías son terribles, ciertamente monstruosas. Han surgido de la parte más oscura, ruin y miserable del ser humano. Sí, nuestra oscuridad es mucho más terrible de lo que imaginamos. Lo es tan de tal forma que a muchos ha fascinado. Unos crearon filosofías y religiones para detener, poner fin o controlar esta oscuridad. No lo consiguieron, porque estaban basadas en la fascinación que les causaba el miedo. En realidad con esa fascinación le rindieron pleitesía y con ello se inmolaron en la miseria de mezquindad, la guerra y el cinismo.
Otros sabios descubrieron que en el humano no sólo habitaba esta oscuridad sino alguna luz, razón de los escasos chispazos de genialidad, generosidad y solidaridad humanas, pero que a fin de cuentas eran un entretenimiento, una distracción antes de que la oscuridad llegase y lo consumiera todo como un fuego negro que abrasa y asfixia. Este fuego toma la forma de discursos. Un francés desesperanzado y pesimista hablo extensa y magistralmente de ello.
El primer discurso es el discurso del poder, del amo, del vencedor sobre el vencido. La oscuridad es su aliada. El siguiente discurso es el de las instituciones que crea ese poder y le ayudan a mantenerlo. La fascinación por la oscuridad aquí se institucionaliza y se puede volver ley o culto, baste recordar el nazismo.
El tercer discurso es el del sufriente, el del oprimido. El discurso del sufrimiento que habla a través del cuerpo sin que el hablante sepa lo dicen sus mensajes. Es una rebelión contra oscuridad, es un cuestionamiento al poder, pero en la misma fascinación retorna a su conmiseración víctima del goce que le provoca su estado. La oscuridad reclama su espacio, no lo dejará sin presentar batalla.
El cuarto discurso es un discurso liberador. O al menos, así se pretende a sí mismo. Presta interpelación desde la escucha silenciosa y deja a la palabra del otro tomar forma y permitir que surja un nuevo sentido. Pero dice de sí mismo este cuarto discurso que no se asume liberador. Luego entonces, ¿a dónde guía este discurso? ¿Para qué es este nuevo sentido?
Otros dos discursos se han descubierto además de estos cuatro. Nuevas formas de expresión de la oscuridad o de su fascinación por ella. Primero porque la oscuridad no cesa de temer a la vida y a su esencia, luego porque los humanos nos fascinamos en hablar de ella. Lo que lograríamos si tanta fuerza intelectual se encaminara a la vida.
Es así que arribamos a un Séptimo Discurso, y quiero llamarlo el Discurso de la Vida. Dijo el francés que realizar el verdadero deseo sería desaparecer del mundo. Le contestaría del mismo modo que Graógraman lo hizo con Bastián: ¡Qué sabes tú de los deseos! Si en realidad lo que mueve al hombre a vivir es esperar lo muerte, ¿qué más da morir ahora y no después? Pero no morimos, queremos vivir. Hasta el último instante. La Vida quiere vivir. Es su esencia.
Este francés, que criticó a Fromm, comete un error enorme, pues en toda su pulcra elucubración sobre la pulsión de muerte se convierte de algún modo en un apologeta de la misma y con su raciocinio cae en la misma trampa que otros tantos. La oscuridad es astuta, mucho más que los humanos. El francés es necrófilo, su discurso, vida y obra lo demuestran. El nuevo sentido del Cuarto Discurso si no guía hacia la vida, no hace más que seguir guiando hacia la Oscuridad. Es de nuevo un entretenimiento para matar el tiempo.
El Discurso de la Vida ha estado presente, junto con los otros, desde el comienzo del mundo. Muchas culturas conocieron ese discurso, pero pocas creyeron en él y lo escucharon. Las otras, de modos diversos consideraron que era demasiado bueno para ser verdad. Los resultados ahí están. La Vida quiere vivir. El sentido de la vida es vivir y la vida incluye a la muerte, pero no es sólo la muerte. Quién solo vea eso es un necrófilo. Occidente tiene mucho que aprender de Oriente, de los humildes y de la Vida. La biofilia, el Amor a la Vida, a la creación y la trascendencia en el Amor y la Libertad es el Séptimo Discurso. Y es el que más valor requiere para ser escuchado y comprendido. Es el reverso de la oscuridad, su antítesis y contraparte. La Vida quiere Vivir. Todo aquel discurso, por más racional y convincente que se presente, sino coloca a la Vida, como razón y motivo de su existir, tarde o temprano aludirá, indirecta o directamente, a la oscuridad, porque la oscuridad tiene miedo de la Vida. El Deseo en última instancia es Deseo de la Vida, Deseo de Vivir, aceptando todo lo que eso conlleva.
¿Qué es más fácil aceptar y justificar una maldad inherente en el ser humano, su incapacidad para dejar de hacer de la vida un infierno o alzarse contra sus propias cadenas, asumir su libertad y su soledad y cambiar las cosas?
El Discurso de la Vida, en el fondo, es el único discurso revolucionario. Entre nosotros, muchos ha habido que nos hablado desde ese Discurso, en vida y obra. Sólo hay que escuchar. Yo me confieso humilde aprendiz y pongo todo mi ser en ese Discurso. La Vida quiere vivir. Quiere vivir a través de mí. Quiero vivir.
¿Y tú?
Suscribirse a:
Entradas (Atom)