A lo largo de los años he entrado en contacto con diversos sistemas filosóficos de oriente y occidente y de variadas épocas del mundo. Es mi deber. La Línea de Alejandro debe conservar cierta memoria del Mundo.
Varias de estas filosofías son terribles, ciertamente monstruosas. Han surgido de la parte más oscura, ruin y miserable del ser humano. Sí, nuestra oscuridad es mucho más terrible de lo que imaginamos. Lo es tan de tal forma que a muchos ha fascinado. Unos crearon filosofías y religiones para detener, poner fin o controlar esta oscuridad. No lo consiguieron, porque estaban basadas en la fascinación que les causaba el miedo. En realidad con esa fascinación le rindieron pleitesía y con ello se inmolaron en la miseria de mezquindad, la guerra y el cinismo.
Otros sabios descubrieron que en el humano no sólo habitaba esta oscuridad sino alguna luz, razón de los escasos chispazos de genialidad, generosidad y solidaridad humanas, pero que a fin de cuentas eran un entretenimiento, una distracción antes de que la oscuridad llegase y lo consumiera todo como un fuego negro que abrasa y asfixia. Este fuego toma la forma de discursos. Un francés desesperanzado y pesimista hablo extensa y magistralmente de ello.
El primer discurso es el discurso del poder, del amo, del vencedor sobre el vencido. La oscuridad es su aliada. El siguiente discurso es el de las instituciones que crea ese poder y le ayudan a mantenerlo. La fascinación por la oscuridad aquí se institucionaliza y se puede volver ley o culto, baste recordar el nazismo.
El tercer discurso es el del sufriente, el del oprimido. El discurso del sufrimiento que habla a través del cuerpo sin que el hablante sepa lo dicen sus mensajes. Es una rebelión contra oscuridad, es un cuestionamiento al poder, pero en la misma fascinación retorna a su conmiseración víctima del goce que le provoca su estado. La oscuridad reclama su espacio, no lo dejará sin presentar batalla.
El cuarto discurso es un discurso liberador. O al menos, así se pretende a sí mismo. Presta interpelación desde la escucha silenciosa y deja a la palabra del otro tomar forma y permitir que surja un nuevo sentido. Pero dice de sí mismo este cuarto discurso que no se asume liberador. Luego entonces, ¿a dónde guía este discurso? ¿Para qué es este nuevo sentido?
Otros dos discursos se han descubierto además de estos cuatro. Nuevas formas de expresión de la oscuridad o de su fascinación por ella. Primero porque la oscuridad no cesa de temer a la vida y a su esencia, luego porque los humanos nos fascinamos en hablar de ella. Lo que lograríamos si tanta fuerza intelectual se encaminara a la vida.
Es así que arribamos a un Séptimo Discurso, y quiero llamarlo el Discurso de la Vida. Dijo el francés que realizar el verdadero deseo sería desaparecer del mundo. Le contestaría del mismo modo que Graógraman lo hizo con Bastián: ¡Qué sabes tú de los deseos! Si en realidad lo que mueve al hombre a vivir es esperar lo muerte, ¿qué más da morir ahora y no después? Pero no morimos, queremos vivir. Hasta el último instante. La Vida quiere vivir. Es su esencia.
Este francés, que criticó a Fromm, comete un error enorme, pues en toda su pulcra elucubración sobre la pulsión de muerte se convierte de algún modo en un apologeta de la misma y con su raciocinio cae en la misma trampa que otros tantos. La oscuridad es astuta, mucho más que los humanos. El francés es necrófilo, su discurso, vida y obra lo demuestran. El nuevo sentido del Cuarto Discurso si no guía hacia la vida, no hace más que seguir guiando hacia la Oscuridad. Es de nuevo un entretenimiento para matar el tiempo.
El Discurso de la Vida ha estado presente, junto con los otros, desde el comienzo del mundo. Muchas culturas conocieron ese discurso, pero pocas creyeron en él y lo escucharon. Las otras, de modos diversos consideraron que era demasiado bueno para ser verdad. Los resultados ahí están. La Vida quiere vivir. El sentido de la vida es vivir y la vida incluye a la muerte, pero no es sólo la muerte. Quién solo vea eso es un necrófilo. Occidente tiene mucho que aprender de Oriente, de los humildes y de la Vida. La biofilia, el Amor a la Vida, a la creación y la trascendencia en el Amor y la Libertad es el Séptimo Discurso. Y es el que más valor requiere para ser escuchado y comprendido. Es el reverso de la oscuridad, su antítesis y contraparte. La Vida quiere Vivir. Todo aquel discurso, por más racional y convincente que se presente, sino coloca a la Vida, como razón y motivo de su existir, tarde o temprano aludirá, indirecta o directamente, a la oscuridad, porque la oscuridad tiene miedo de la Vida. El Deseo en última instancia es Deseo de la Vida, Deseo de Vivir, aceptando todo lo que eso conlleva.
¿Qué es más fácil aceptar y justificar una maldad inherente en el ser humano, su incapacidad para dejar de hacer de la vida un infierno o alzarse contra sus propias cadenas, asumir su libertad y su soledad y cambiar las cosas?
El Discurso de la Vida, en el fondo, es el único discurso revolucionario. Entre nosotros, muchos ha habido que nos hablado desde ese Discurso, en vida y obra. Sólo hay que escuchar. Yo me confieso humilde aprendiz y pongo todo mi ser en ese Discurso. La Vida quiere vivir. Quiere vivir a través de mí. Quiero vivir.
¿Y tú?
Varias de estas filosofías son terribles, ciertamente monstruosas. Han surgido de la parte más oscura, ruin y miserable del ser humano. Sí, nuestra oscuridad es mucho más terrible de lo que imaginamos. Lo es tan de tal forma que a muchos ha fascinado. Unos crearon filosofías y religiones para detener, poner fin o controlar esta oscuridad. No lo consiguieron, porque estaban basadas en la fascinación que les causaba el miedo. En realidad con esa fascinación le rindieron pleitesía y con ello se inmolaron en la miseria de mezquindad, la guerra y el cinismo.
Otros sabios descubrieron que en el humano no sólo habitaba esta oscuridad sino alguna luz, razón de los escasos chispazos de genialidad, generosidad y solidaridad humanas, pero que a fin de cuentas eran un entretenimiento, una distracción antes de que la oscuridad llegase y lo consumiera todo como un fuego negro que abrasa y asfixia. Este fuego toma la forma de discursos. Un francés desesperanzado y pesimista hablo extensa y magistralmente de ello.
El primer discurso es el discurso del poder, del amo, del vencedor sobre el vencido. La oscuridad es su aliada. El siguiente discurso es el de las instituciones que crea ese poder y le ayudan a mantenerlo. La fascinación por la oscuridad aquí se institucionaliza y se puede volver ley o culto, baste recordar el nazismo.
El tercer discurso es el del sufriente, el del oprimido. El discurso del sufrimiento que habla a través del cuerpo sin que el hablante sepa lo dicen sus mensajes. Es una rebelión contra oscuridad, es un cuestionamiento al poder, pero en la misma fascinación retorna a su conmiseración víctima del goce que le provoca su estado. La oscuridad reclama su espacio, no lo dejará sin presentar batalla.
El cuarto discurso es un discurso liberador. O al menos, así se pretende a sí mismo. Presta interpelación desde la escucha silenciosa y deja a la palabra del otro tomar forma y permitir que surja un nuevo sentido. Pero dice de sí mismo este cuarto discurso que no se asume liberador. Luego entonces, ¿a dónde guía este discurso? ¿Para qué es este nuevo sentido?
Otros dos discursos se han descubierto además de estos cuatro. Nuevas formas de expresión de la oscuridad o de su fascinación por ella. Primero porque la oscuridad no cesa de temer a la vida y a su esencia, luego porque los humanos nos fascinamos en hablar de ella. Lo que lograríamos si tanta fuerza intelectual se encaminara a la vida.
Es así que arribamos a un Séptimo Discurso, y quiero llamarlo el Discurso de la Vida. Dijo el francés que realizar el verdadero deseo sería desaparecer del mundo. Le contestaría del mismo modo que Graógraman lo hizo con Bastián: ¡Qué sabes tú de los deseos! Si en realidad lo que mueve al hombre a vivir es esperar lo muerte, ¿qué más da morir ahora y no después? Pero no morimos, queremos vivir. Hasta el último instante. La Vida quiere vivir. Es su esencia.
Este francés, que criticó a Fromm, comete un error enorme, pues en toda su pulcra elucubración sobre la pulsión de muerte se convierte de algún modo en un apologeta de la misma y con su raciocinio cae en la misma trampa que otros tantos. La oscuridad es astuta, mucho más que los humanos. El francés es necrófilo, su discurso, vida y obra lo demuestran. El nuevo sentido del Cuarto Discurso si no guía hacia la vida, no hace más que seguir guiando hacia la Oscuridad. Es de nuevo un entretenimiento para matar el tiempo.
El Discurso de la Vida ha estado presente, junto con los otros, desde el comienzo del mundo. Muchas culturas conocieron ese discurso, pero pocas creyeron en él y lo escucharon. Las otras, de modos diversos consideraron que era demasiado bueno para ser verdad. Los resultados ahí están. La Vida quiere vivir. El sentido de la vida es vivir y la vida incluye a la muerte, pero no es sólo la muerte. Quién solo vea eso es un necrófilo. Occidente tiene mucho que aprender de Oriente, de los humildes y de la Vida. La biofilia, el Amor a la Vida, a la creación y la trascendencia en el Amor y la Libertad es el Séptimo Discurso. Y es el que más valor requiere para ser escuchado y comprendido. Es el reverso de la oscuridad, su antítesis y contraparte. La Vida quiere Vivir. Todo aquel discurso, por más racional y convincente que se presente, sino coloca a la Vida, como razón y motivo de su existir, tarde o temprano aludirá, indirecta o directamente, a la oscuridad, porque la oscuridad tiene miedo de la Vida. El Deseo en última instancia es Deseo de la Vida, Deseo de Vivir, aceptando todo lo que eso conlleva.
¿Qué es más fácil aceptar y justificar una maldad inherente en el ser humano, su incapacidad para dejar de hacer de la vida un infierno o alzarse contra sus propias cadenas, asumir su libertad y su soledad y cambiar las cosas?
El Discurso de la Vida, en el fondo, es el único discurso revolucionario. Entre nosotros, muchos ha habido que nos hablado desde ese Discurso, en vida y obra. Sólo hay que escuchar. Yo me confieso humilde aprendiz y pongo todo mi ser en ese Discurso. La Vida quiere vivir. Quiere vivir a través de mí. Quiero vivir.
¿Y tú?
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