La fe es un concepto que inevitablemente se ve unido a nociones religiosas. No es de extrañar ya que ha sido un concepto de dominio casi exclusivo de las distintas religiones. Sin embargo, la Fe es algo que vas más allá, es inherente a lo humano y por lo tanto, parte de su esencia, ha tal grado que se puede ser una persona de profunda Fe, sin tener religión.
La fe es una forma particular de creer, lejos está, aunque para algunos confusos la ven igual, de la superstición, el fanatismo, la dependencia o el dogmatismo, nada pudiera estar más lejos de la fe que estas formas de dominación e irracionalidad. Ah! si, lo olvidaba la Fe es una cosa racional. Ciertamente aquí seguramente ya entré en conflicto con más de uno, pues dos premisas acerca de la Fe han sido establecidas aquí y no dudo causarán indigestión a primer contacto: la fe no necesariamente va unida a la religión y la fe es racional, lo opuesto es un continuo que va del dogmatismo al fanatismo, como ya se dijo. Disminuyamos la indigestión.
La Fe es el hecho de creer en lo que es y en lo que se es. Es de hecho, una habilidad-capacidad, cuyo origen, como el de las pulsiones, se pierde entre lo somático y lo psíquico. La fe es pues, una actividad, un hacer, más que un sustantivo. La fe de este modo sólo puede deducirse por su actuar. Cuando un niño que está aprendiendo a caminar se dirige hacia su madre, tiene fe en que esta no lo dejará caer, existe confianza en que ella responderá, la semilla de la confianza es la fe. Esta Fe es primordialmente una fe en uno mismo. En que la continuidad de eso que llamamos YO seguirá a través del tiempo. Sin esa Fe en la propia identidad dejamos de avanzar y nos sentimos perdidos. No hay manera de continuar sin fe en uno mismo. Y sin esa fe no se puede tener fe en los demás. La semilla de la desconfianza y el odio es la falta de fe.
Ahora, cuando la fe es quebrantada por los adultos alrededor del niño, a través del abuso, la humillación, el abandono o el maltrato, la necesidad de creer en algo no es abandonada, pero si torcida, quebrada, alterada, y se llega a creer que el mundo es un lugar cruel, un lugar donde o atacas o te atacan y se instaura la ley del más fuerte. Curiosa realidad, pues se tiene fe en esa ley, se cree que las cosas son así, y eso es pues una forma de fe, la irracional. Y es irracional porque fácilmente deriva en sumisión al poder o búsqueda obsesiva por el mismo. Al no tener fe en uno mismo, en lo semejantes o en la vida, lo que queda es la fe en el poder y el control, o en los tiempos más oscuros y terribles, en la muerte, como ocurre con cierto culto siniestro en nuestro país. Fe en el poder porque se cree que con el se pueden controlar las desgracias y se puede acceder a los placeres y evitar el dolor. Nada más falso, pues esta fe en el poder lleva a la destrucción progresiva del ser y de los demás, es sumamente peligrosa, al ser irracional no reconoce límites, derechos, leyes ni dignidad humana. Triste y paradójico que la búsqueda de la fe, de algo a que tenerle fe, lleve a la destrucción de ello. La maldad es pues, la ausencia de fe. La oscuridad entonces lo invade todo.
La fe entonces es fundamental para la vida, para el amor y la libertad. Pero no cualquier fe, sino la fe racional, la que está basada en la comprensión, aceptación y disfrute de la realidad. De lo que es, sin despreciar lo que puede llegar a ser. La fe racional utiliza los poderes creativos del hombre, en el arte, la ciencia, la vida diaria, es el arte de la vida misma. Muchas culturas y tradiciones filosóficas en todas partes del mundo y un todas las épocas han dicho lo mismo, en otras palabras. Ni que decir que amar es un acto de fe, el más especial de todos. Tener fe, realizar actos de fe, es inherente a la naturaleza humana. Nos hace ser lo que somos, confiar en la vida y en los demás. Perder la fe es iniciar la destrucción de la vida. Pues ante la vida siempre hay que dar una respuesta. Sembremos la semilla de la fe y recojamos el fruto de la vida: el amor. Mi deseo para el año nuevo.
Ahora, cuando la fe es quebrantada por los adultos alrededor del niño, a través del abuso, la humillación, el abandono o el maltrato, la necesidad de creer en algo no es abandonada, pero si torcida, quebrada, alterada, y se llega a creer que el mundo es un lugar cruel, un lugar donde o atacas o te atacan y se instaura la ley del más fuerte. Curiosa realidad, pues se tiene fe en esa ley, se cree que las cosas son así, y eso es pues una forma de fe, la irracional. Y es irracional porque fácilmente deriva en sumisión al poder o búsqueda obsesiva por el mismo. Al no tener fe en uno mismo, en lo semejantes o en la vida, lo que queda es la fe en el poder y el control, o en los tiempos más oscuros y terribles, en la muerte, como ocurre con cierto culto siniestro en nuestro país. Fe en el poder porque se cree que con el se pueden controlar las desgracias y se puede acceder a los placeres y evitar el dolor. Nada más falso, pues esta fe en el poder lleva a la destrucción progresiva del ser y de los demás, es sumamente peligrosa, al ser irracional no reconoce límites, derechos, leyes ni dignidad humana. Triste y paradójico que la búsqueda de la fe, de algo a que tenerle fe, lleve a la destrucción de ello. La maldad es pues, la ausencia de fe. La oscuridad entonces lo invade todo.
La fe entonces es fundamental para la vida, para el amor y la libertad. Pero no cualquier fe, sino la fe racional, la que está basada en la comprensión, aceptación y disfrute de la realidad. De lo que es, sin despreciar lo que puede llegar a ser. La fe racional utiliza los poderes creativos del hombre, en el arte, la ciencia, la vida diaria, es el arte de la vida misma. Muchas culturas y tradiciones filosóficas en todas partes del mundo y un todas las épocas han dicho lo mismo, en otras palabras. Ni que decir que amar es un acto de fe, el más especial de todos. Tener fe, realizar actos de fe, es inherente a la naturaleza humana. Nos hace ser lo que somos, confiar en la vida y en los demás. Perder la fe es iniciar la destrucción de la vida. Pues ante la vida siempre hay que dar una respuesta. Sembremos la semilla de la fe y recojamos el fruto de la vida: el amor. Mi deseo para el año nuevo.
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