sábado, 21 de febrero de 2009

Óyeme con los ojos



Óyeme con los ojos,

Ya que están tan distantes los oídos,
Y de ausentes enojos
En ecos de mi pluma mis gemidos;
Y ya que a ti no llega mi voz ruda,
Óyeme sordo, pues me quejo muda.

Sor Juana Inés de la Cruz

Un poema de Sor Juana, últimamente me parece tan rotundo, pues como ya en anteriores posts había marcado un nuevo deseo se viene en mi gestando. Y ciertamente no llega gratuito ni sencillo, llega de improviso, pero no inesperado. ¡Cuánto hace que te estaba esperando!

Un deseo que me devuelva a mi mundo, tal como Bastian, y auscultando las profundidades de mi corazón, como si fuera el Minroud de Yor, creo que al fin lo he encontrado.

Como fallido Emperador me había perdido, y viviendo aún en la Casa del Cambio he notado, que si bien es mucho lo que no me conozco hay certezas en medio del óceano de la confusión y el miedo.

Y ciertamente, este deseo que de esa Ciudad me ha sacado, me dirije sin duda, a un futuro inimaginado. Pues este deseo es al mismo tiempo queja, reproche y fortaleza. Queja porque se me pide que haga yo solo algo que no puedo hacer sin el concurso de otras personas, pues involucra diálogo, no monólogo. Reproche entonces porque al interpelar a los que me interpelan éstos luego se voltean soberbios o inseguros (vete tú a saber!) y retornan a sus propias y presuntuosas certezas, no comparten pues mi incertidumbre y se alejan. Y es, gracias al Cielo, al fin Fortaleza, pues me dejan claro que a fin de cuentas el que decide y construye soy yo mismo. Como siempre ha sido.

Asi pues, como la Emperatriz Infantil, yo también necesito un nuevo nombre, pero esta vez no solo necesito saberlo yo, necesito que lo sepas TÚ, y que seas capaz de pronunciarlo. Óyeme con los ojos ya que están tan distantes los oídos...Mi deseo es que seas capaz de entenderme sin que tenga yo que explicarme.

Pues es mucho lo digo y hago y en todo ello va un mensaje, y esperando respuesta y reflejo he extraviado un tanto el camino, por eso para retornar necesito tu mirada, que me diga lo que sientes. No, no malentiendas, no busco que tú llenes mis vacíos, que no ves que ya me he dado cuenta y que ha sido el origen de mis muchas angustias y desvarios. ¡Por supuesto me doy cuenta! ¿Pero que no vez que estoy descendiendo en la Montaña Solitaria y recorro sus vastas salas y escalinatas sin más luz que mi humilde vela? Asi recorro mi alma, mi ser interior. Pero está oscuro, y con la breve luz encuentro pistas de mi pasado y ahi veo inmensas bibliotecas y numerosos tesoros y cuántos más aún no veo y siguen en la oscuridad. Cuánta sabiduría que ahora me hace falta, cuánto aplomo, cuánta templanza, ¿Ves como es reproche y fortaleza al mismo tiempo?

Así, a tientas, avanzo por esta Montaña, con una mezcla de espectación y cautela, pero ahora me queda claro que me estoy construyendo con cada paso. Y quiero que seas testigo de ello, como Momo cuando ha vuelto del Lugar Donde Nace el Tiempo, deseo compartirlo con otros. Óyeme con los ojos... suena una vez más la frase en mis oídos. Mi deseo es ser yo mismo, pero quiero también que seas capaz de percibirlo. Y lo deseo para toda alma que ha sufrido su extravío y a tenido el amor y el valor de volver consigo mismo.



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