domingo, 7 de diciembre de 2008

Lost and found
















Hasta las cosas más raras pueden ser encontradas en las oficinas de objetos extraviados o "lost and found" como se dice en inglés. Entre la prisa, el gentío y las distracciones los olvidos y pérdidas de los objetos más diversos son lo común en aeropuertos, estaciones de trenes, terminales de autobús, museos, cines y demás lugares públicos.

Alguna vez he tenido que hacer uso de estos servicios ya que alguna vez perdí mi cartera, alguna persona la devolvió a la escuela donde estudiaba y yo perdí la cartera a kilómetros de distancia. Si bien la anécdota es hermosa y afortunada no será el objeto este ocasión.

Si pierdo algo de mí, no algo físico, sino algo de interior, me gustaría que hubiera una oficina para ello, pero no la hay. Perder algo del interior es un proceso relativamente difícil, por contradictorio que parezca, ya que hay que esforzarse bastante para dejar atrás algo de uno. Hay que ser sistemático y consistente en olvidos, faltas de atención y llamadas de emergencia de nuestra conciencia, advirtiendo que estamos haciendo algo que no nace del corazón, sino por contingencia social. Pasado ya algún tiempo es cuando se de uno cuenta de que ya se es distinto y se ha dejado algo atrás, a veces es algo fácil darse cuenta, a veces no. Los adultos al trabajar, al entregarse al mundo de lo serio y responsable se olvidan luego de jugar y ya no es igual cuando por casualidad se ven en la posibilidad de volverlo a hacer.

Pero imaginemos que si hay una oficina de lost and found para cosas interiores ¿Qué irías a buscar? ¿Qué cosas habría en tal oficina? No se si tal fantasía genere soluciones, pero lo que si se es que de algún modo yo estuve en ella y recuperé algo que pensé que había perdido, y una lágrima rodó cuando lo encontré. Y fue precisamente esa lágrima. El llanto sincero ante los dolores del alma. El llanto de dolor por uno mismo, que nos aleja de la lástima y de la falsa condolencia y nos acerca a la verdadera compasión, a vernos con ternura y respeto, y a dolernos por las faltas y los aciertos, por los daños a nuestra propia persona, y lavar, purificar tales señas con las lágrimas.

Llorar no tiene nada de malo, la ausencia de las lágrimas por lo contrario no puede ser signo de bienestar. Las lágrimas, desde su orignen fisiológico tienen la función de limpiar, ¿por qué no dejarlas cumplir con su función?

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