sábado, 15 de noviembre de 2008

Las doradas hojas de mallorn


El post de esta ocasión está muy ligado al anterior, se aconseja enterarse de su contenido para comprender mejor la lectura de éste.

Los elfos aman vivir bajo las copas de los árboles. No es casualidad que durante la Gran Marcha al Occidente¹, una parte de los elfos hayan decido quedarse en los Bosques Antiguos de la Tierra Media y miles de años después se hayan reencontrado con sus parientes cuando los Elfos Noldor y de otras casas guiados por la Dama Galadriel y Celeborn llegaron a los lindes del Gran Bosque y fundaran Lothlórien. Por el amor que la Dama profesaba a todos los seres vivos, en especial a los árboles, y la profunda nostalgia que sentía de su tierra natal Valinor, ella, de los pocos seres que vieron con sus propios ojos la Luz de los Árboles, creo a los Mellyrn, (mallorn en singular), como émulo de Telperion y Laurelin en los Días Antiguos.

Los mellyrn poseen atributos de los Dos Árboles: un tronco liso y gris claro, casi plateado, unas hojas de un verde hermoso, con el envés plateado y unas flores doradas en primavera, pero déjemos al propio Legolas nos narre el asombro ante tan hermosas creaciones:

-¡Allí están los bosques de Lothlórien!-Dijo Legolas-. La más hermosa de las moradas de mi pueblo. No hay árboles como ésos. Pues en el otoño las hojas no caen, aunque amarillean. Sólo cuando llega la primavera y aparecen los nuevos brotes, caen las hojas, y para ese entonces las ramas ya están cargadas de flores amarillas; y los pilares del bosque son de plata, pues la corteza de los árboles es lisa y gris. ¡Cómo me alegraría el corazón si me encontrara bajo las enramadas de ese bosque y fuera primavera.

J. R. R. Tolkien, La Comunidad del Anillo, II-6.

De este modo, el solo hecho de evocar la imagen de Lothlórien es ya un goce y un descanso. Más adelante Tolkien nos da más detalles de la tierra de Lothlórien, tan poco vista y comprendida en las películas:

[Mientras que] En Rivendel se recordaban cosas antiguas, en Lórien las cosas antiguas vivían aún en el despertar del mundo. Aquí el mal había sido visto y oído, la pena había sido conocida; los Elfos temían al mundo exterior y desconfiaban de él; los lobos aullaban en los lindes del bosque, pero en la tierra de Lórien no había ninguna sombra.

Ibidem.

Debemos recordar que la Dama Galadriel ofrece a Sam Gamyi una cajita con un fino polvo gris y una especie de avellana, la cual al sembrarla dará origen a un árbol de mallorn, alto y espléndido y ahí donde estaba el Árbol de la Fiesta, el único mallorn al Oeste de las montañas y al Este del mar.

Amo a los árboles desde que tengo memoria, oír o ver cuando los talan me conmueve y altera como pocas cosas. En cambio, me solazo en su sombra y la media luz que se trasmina entre sus hojas, ya en el verde de la primavera o en el dorado del otoño. Me imagino caminando descalzo en la colina de Cerin Amroth, sientiendo el tibio aire de la tarde. Que puedo abrazar los mellyrn y sentir la vida corriendo por ellos, ver sus doradas hojas de otoño, y hacer un diario con ellas. Que me vuelvo hacia el sur y, como Frodo, puedo escuchar el sonido de unas aves marinas y más allá, el sonido tenue, pero inconfundible, del mar.

La belleza de los árboles de mallorn, el sonido que traspasa el corazón del mar, unidos en un sólo lugar decidimamente no son lugar para frágiles de corazón, pues son emociones que sobrecojen con pasión y un corazón sin fe puede quedar aplastado por tanta belleza y tanta nostalgia, aun así las visitas a Cerin Amroth me siguen siendo indispensable, quizás no sea tan débil como pensaba...

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