Los árboles son seres maravillosos. Son quizá los seres vivos más longevos del mundo y algunos han estado aquí desde que el hombre estaba en los pañales de la civilización. En la literatura de Tolkien, más que en cualquier otra del género, los árboles y los bosques toman en sus relatos un papel fundamental, no son sólo un accidente geográfico ni un adorno del paisaje: son un personaje más.
Según las tradiciones de los Elfos es Yavanna Kémmentari, la valye, quien primero entretejió el pensamiento de los árboles en la Gran Canción, la
Ainulindalë, y quien rogaría a Erú por la creación de seres que cuidaran de los bosques, los
Ents, por supuesto.
Las tradiciones de los Elfos son vastas y narran historias muy añejas, por lo que aquí solo se contaran a manera de marco para otra historia, a quien le interesen las tradiciones de los elfos ha de consultar principalmente la
Quenta Silmarillion, la Historia de los Silmarils, donde se narran estas y otras grandes hazañas. Como habíamos dicho, Yavanna creo a los árboles al tenerlos en su pensamiento durante la Ainulindalë. Con el tiempo ella cantó en el Ezellohar y ahí nacieron los Dos Árboles de Valinor: Telperion y Laurelin, que tuvieron muchos otros nombres.
Estos Árboles, centro de Valinor, emitian la luz que iluminaba al mundo, pues fueron hechos antes que el sol y la luna. Telperion tenía hojas verdes con los bordes de plata, donde emergía una luz de este color, en tanto que Laurelin, tenía hojas de un verde más claro, pero unas hermosas flores doradas que brillaban con luz de este color. Los Árboles brillaban alternadamente, en lo que uno se iba apagando el otro iba encendiendo. Así eran los Días Antiguos en Valinor, a la luz de los Árboles.
Profundo dolor y pena despierta en los elfos, y en nosotros, el recuerdo de la destrucción de los Árboles, por parte de verdadero Señor Oscuro, Melkor Morgoth, como se narra en la
Nurtale Valinoreva, el Oscurecimiento de Valinor. Pero a partir de la última flor de Telperion fue creada la Luna, y del último fruto de Laurelin fue creado el Sol, por lo que su brillo sigue de algún modo con nosotros. Y aun quedaba en la Tierra Media un recuerdo de estos Árboles, pues de un fruto de Telperion, nació un árbol semejante en belleza y dignidad, más sin luz propia. De ese árbol nació otro que fue plantado en Númenor, y que fue destruido en la
Akallabeth, pero afortunadamente Elendil salvó un fruto del árbol que fue plantado en su nueva morada y que es el Árbol Blanco de Gondor, aunque ya seco en el patio de Minas Tirith. De este modo, lo días de la Tercera Edad y los Días Antiguos están conectados, discreta, pero indisolublemente.